jueves, 3 de julio de 2025

Una cajonera grafiteada de Buffy.

Una mochila en la espalda llena de cosas ajenas.
Las recetas para borrarme las pecas.
La constante distensión abdominal por palabras fermentadas. 
Hablar en canciones.
Ocultarse en chistes.
Negociar sueños.
Existir solamente en multiversos deshabitados.

La felicidad del otro lado del vidrio.
La sospecha de ser desagradable.
Y la certeza de ser imposible. 

Eso fue la adolescencia para mí:


Un montón de colores sangrando adentro de una jaula.






martes, 24 de junio de 2025

Nos conocimos a los 13

Y con ella conocí otro tipo de amor. Probablemente el más profundo, dulce y doloroso que he experimentado aunque no se si alguna vez lo supo. Podría decir que fue mi mejor amiga, pero no sería suficiente. El único título que le cabe es el de alguien que me cambió para siempre.

Con ella los 13 y los 14 fueron puro dolor de panza, del bueno y del malo. Los 15 en cambio, fueron una tormenta de verano en el campo anunciada por el petricor en el aire; que empieza con el estruendo de un rayo partiendo el suelo y se desarrolla densa pero suave. Un bautismo de lluvia torrencial en la tierra seca y también la calma del día siguiente. Los 16 fueron más bien amargos, como la vuelta a casa después de un viaje, con la valija llena de ropa sucia y sin saber por dónde empezar. Por suerte los 17 nos empezaron un sábado a la tardecita en primavera y hasta los 20 fuimos un eterno domingo a la mañana caminando al sol. Cada tanto cruzábamos miradas. Nuestros ojos reflejaban aquel rayo y la calma, pero nunca decíamos nada. Así nos vivimos, de más cerca o más lejos hasta los 22, cuando nos arrastró la corriente y nos perdimos de vista.

Me cuesta mucho describir lo que pasó o lo que fuimos; no tengo suficiente habilidad lingüística ni tampoco tanto espacio. No sé cómo explicarle a un ciego el color rojo pero quizás alcance con una sola escena.

La última vez que nos vimos fue hace diez años, a los 28, en una fiesta; de esas con cena de gala y baile. Cada una fue acompañada y nos tocó sentarnos en mesas diferentes. Al principio de la noche nos cruzamos dos o tres veces yendo al baño. En pocas palabras nos preguntamos cómo estás, bien, decía la otra sin más, sin entrar en detalles. Nos miramos de lejos, de reojo, pero siempre con el rayo en la pupila y el entusiasmo de dos nenas compañeras de curso que se vuelven a encontrar en el aula después del verano.

Pasó que después de comer el postre empezó una tanda de baile. Las luces se apagaron, la música llenó el aire y la gente, la pista. Fue ahí donde nos volvimos a ver de frente. Empezamos bailando pero en seguida nos acercamos y dejamos de movernos. Sin decidirlo quedamos en el costado. No hablamos de los 13 ni de los 15 pero sí de nuestros años lejos, de nuestros miedos de antes y de los actuales, del futuro y lo que aún nos hacía felices. Nos agarramos de las manos y dijimos cuánto nos extrañábamos en sonrisas de todos los dientes fluoresciendo en la luz negra. Logramos crear, una vez más, una burbuja blindada contra el caos de la fiesta que se explotó cuando terminó la tanda.

Eso fue lo que pasó entre nosotras. Esa fue una foto de lo que siempre habíamos sido: dos nenas buscándose constantemente, dos mujeres encontrándose al borde del mundo. Que se miran de frente en la oscuridad para que nadie vea, que sólo hablan bajo el telón de ruido para que nadie escuche y que cuando se prenden las luces y se apaga la música, vuelven cada una a su mesa, al lado de quien sí les corresponde.







martes, 1 de abril de 2025

Fungi


 
Se brotó a si mismx

en el barro de una grieta

en una madera 

que nadie nunca 

había mirado.

Vibrando en colores 

atrae y encanta,

pero bajo su carne blanda 

lleva en la sangre 

el misterio de su potencialidad

                                                    y un ADN más cercano

                                                                                   al de un animal                                                                                                                                                          que al de una flor.




domingo, 30 de marzo de 2025

Cómo te explico lo que pasó esa noche?

Esa noche habíamos salido a cazar vampiros, 

a destrozar a los malos, 

o al menos a darles pelea. 

Pero cuando los encontramos, 

decidimos que mejor era ponerles glitter en la cara 

y bailar con ellos. 


Esa noche fuimos a caminar 

tanteando la oscuridad densa de un barrio nuevo 

para descubrirlo juntos. 

Caminamos durante horas, agarrados de la mano 

y sin darnos cuenta 

llegamos hasta el sur.


Fuimos a romper la idea de que estamos solos 

y a abrazar la de que estamos rotos, 

juntando nuestros pedazos 

y levantando con ellos 

un faro más alto que nuestros miedos. 

Fue así como esa noche pudimos ver el camino.


Esa noche fuimos a contarnos historias 

de cuando no habíamos nacido y retrocedió el tiempo: 

primero hasta cuando teníamos cinco 

y después hasta cuando teníamos cero, 

hasta hacernos hermanos para siempre 

y las historias se volvieron las del futuro juntos.


Esa noche salimos a perdernos 

y de repente estábamos, 

por fin, en el lugar correcto. 

Sentimos haber encontrado las respuestas, 

pero quizás eran las preguntas 

que habían desaparecido. 


Habíamos ido a jugar a ser quienes queríamos ser 

y esa noche

 

lo fuimos.











martes, 25 de marzo de 2025

Vas o volvés?

Me preguntó una vez
un desconocido 
en el medio del camino 
y no le pude 
no me pude responder. 

Cómo saber
de dónde es que me ido
estimado navegante
si hacia un lado veo brillante 
y hacia el otro están 
mis días más coloridos?

Mejor preguntame algo que se
preguntame lo que se y yo te digo.

Que me da miedo el tiempo
que el dolor no es el mismo
que regresar no existe
y perderse en tan fácil.
Que vivo en un castillo
hecho sobre las ruinas
de lo que fue y de
lo que pudo haber sido.

Y que a donde voy


la llevo conmigo.





Condena

Día costero, de sol que raja la tierra, allá por Enero del '92 . Quien escribe, en el auto con mamá y papá. Paramos en la puerta de un rancho bastante humilde y lleno de plantas; el objetivo era la miel casera que vendía la dueña.

Tengo difusa la secuencia de hechos; no se si papá se bajó o no se había llegado a bajar, si yo iba adelante con  mamá o atrás y miraba por entre los dos asientos, si fue cuando papá volvía con la miel en la mano o cuando estaba por tocar la campana (no, ni hablemos de timbre) . No sé en que parte del pueblo quedaba, ni qué tenía puesto, ni si era a la mañana o a la tarde o al mediodía, si volvíamos de la playa o estábamos yendo o hacía tanto calor que no era día de playa. Sólo me acuerdo que era un día de Enero del '92 , de sol que raja la tierra y lo que sigue.

Lo que sigue es que de repente miré por la ventana y lo vi ; un chico entrando en la adultez, completamente desnudo corriendo por la calle como alma que lleva el diablo. Era el hijo retardado de la dueña de la quinta. La señora salió atrás de él, gritando para que vuelva. Drama, me acuerdo de eso, gritos de drama. Al pibe lo vi de espalda, era atlético, blanco teta, castaño y de pelo corto;  me acuerdo de su culo al aire moviéndose como el de un atleta griego de la Billiken. En no más de un minuto mi mamá me puso una mano en la cara, en los ojos. "Que pasa, mami?" "Es el hijo de la señora, es enfermito, se escapó de la casa". Le pregunté por qué me tapaba los ojos y me dijo "y bueno, porque es feo lo que pasó". 

Después de esa frase pensé  (con palabras de nena de 5)  "Es feo. Me voy a olvidar de esta imagen" . Y así estuve ese día, esos días, ese mes, ese verano. 

Me voy a olvidar de esta imagen.

Me voy a olvidar de esto.

Me voy a olvidar.

Me tengo que olvidar.

 

Pero solamente sucedió la condena paradójica al recuerdo por haber buscado el olvido.

Porque verán cuando lo cuento treinta y dos años más tarde, 

que habiendo estado pendiente de olvidarme, 

 

nunca lo logré.







miércoles, 5 de marzo de 2025

Ella nunca fue de nadie

y nosotras solo fuimos su hogar por un rato.

Nos encontramos por primera vez un 25 de diciembre. Caída del trineo de algún Papá Noel marginal, no tenía nombre ni fecha de cumpleaños. El nombre lo elegimos ella y yo, ese día que las dos supimos que nuestro hogar era el mismo y nos volvimos a encontrar definitivamente. El cumpleaños se lo inventamos pero nunca lo usó; la perra "Peter Pan" no estaba destinada a envejecer y todos sus días eran una fiesta.
Con ella nunca tuve el control ni la razón. Corrió todos los límites con una dulzura salvaje y el desparpajo de quien caga plácidamente en todo lugar al que llega.
Todo lo decidió ella: llegar, quedarse y hasta cuándo, cómo y con quién irse.
Ser su copiloto durante 8 años y 25 días me llevó hasta paisajes inhóspitos dentro de mi propio ser. Ser de su manada me enseñó el amor como lenguaje, para todo y para siempre.
A veces me pregunto si éramos conscientes en ese momento de lo felices que éramos, porque las cosas enormes desde cerca no se ven. Pero nos pienso, voy a nuestras fotos, y me vuelve al cuerpo esa felicidad que ya conozco y que ahora recuerdo.
Ella era Juana, por loca y por guerrera. Era La Bani, por saltarina pero del pueblo. Ella nunca fue de nadie, pero para siempre será mi beba. 


Y era negra, porque tenía todos los colores adentro.












miércoles, 1 de enero de 2025

Volverá la primavera

no hay frío que dure por siempre, le cantábamos. Pasarán las cosas feas y todo será diferente. Volverá la primavera y nos encontrará más valientes. Aunque ahora no se vea, el sol va a pegarte de nuevo en la frente.

Que difícil predicar algo en lo que uno no cree.

El invierno pasado fue el más frío de todos, al punto que agua de la pileta se congeló y literalmente la rajó en dos pedazos. Con un frío que vino a romper todo, el invierno se llevó la pileta, se llevó los geranios, se llevó a la Bani y con ella nuestras ganas de los días. Qué hacíamos en esa casa gigante, llena de huecos, en un país tan lejano y distinto? Heladas, las paredes se nos venían encima. Y así fue como este año esperamos que las hojas brotaran de las ramas desnudas de los árboles como nunca antes. Todos los días nos parábamos a pedirles que salgan, que nos den algo. Y no aparecieron las hojas, primero vinieron las flores. Viví siempre tan rápido que nunca había reparado que los árboles, antes que hojas, dan flores. Te vi sonreír de nuevo junto a las flores del magnolio y fue un milagro. Las dos, vos de un lado de la cámara y yo del otro, sentimos que el amor no era una estafa y que la canción quizás decía la verdad.

Las fotos de hoy están lejos de tener todo, pero aprendimos a lidiar con que a veces las cosas no son como las pensamos. A veces corremos pero no llegamos. A veces damos todo lo que tenemos y no alcanza.

Fue un año de muerte, de reencuentro, de fotos imposibles, de nieve que te hace reír a carcajadas, de lluvia torrencial, de días que amanecen enfermos, de antidepresivos, de perder contra la nostalgia por goleada, de ganar contra el miedo por penales, de sumergirse en aguas cristalinas, de personas que son el sol y de amaneceres que son otra oportunidad. Me llevo el amor multiforme, la canción como mantra y ese último beso.

Los días siempre saben cómo pasar aunque uno no sepa cómo pasarlos. Los ciclos se repiten. En primavera florecemos y en el invierno la muerte alimenta la tierra. Duele. Pero solo la tierra fértil puede albergar vida.

Acá estamos. Seguimos lejos. Seguimos intentando no perder el tiempo. Seguimos a flote.


Vamos de nuevo.