Día
costero, de sol que raja la tierra, allá por Enero del '92 . Quien escribe, en
el auto con mamá y papá. Paramos en la puerta de un rancho bastante humilde y
lleno de plantas; el objetivo era la miel casera que vendía la dueña.
Tengo
difusa la secuencia de hechos; no se si papá se bajó o no se había llegado a
bajar, si yo iba adelante con mamá o atrás y miraba por entre los dos
asientos, si fue cuando papá volvía con la miel en la mano o cuando estaba por
tocar la campana (no, ni hablemos de timbre) . No sé en que parte del pueblo
quedaba, ni qué tenía puesto, ni si era a la mañana o a la tarde o al mediodía,
si volvíamos de la playa o estábamos yendo o hacía tanto calor que no era día
de playa. Sólo me acuerdo que era un día de Enero del '92 , de sol que raja la
tierra y lo que sigue.
Lo que
sigue es que de repente miré por la ventana y lo vi ; un chico entrando en la
adultez, completamente desnudo corriendo por la calle como alma que lleva el
diablo. Era el hijo retardado de la dueña de la quinta. La señora salió atrás
de él, gritando para que vuelva. Drama, me acuerdo de eso, gritos de drama. Al
pibe lo vi de espalda, era atlético, blanco teta, castaño y de pelo
corto; me acuerdo de su culo al aire moviéndose como el de un atleta
griego de la Billiken. En no más de un minuto mi mamá me puso una mano en la
cara, en los ojos. "Que pasa, mami?" "Es el hijo de la señora,
es enfermito, se escapó de la casa". Le pregunté por qué me tapaba los ojos y me dijo
"y bueno, porque es feo lo que pasó".
Después de
esa frase pensé (con palabras de nena de 5) "Es feo. Me voy a
olvidar de esta imagen" . Y así estuve ese día, esos días, ese mes, ese
verano.
Me voy a olvidar de esta imagen.
Me voy a olvidar de esto.
Me voy a olvidar.
Me tengo que olvidar.
Pero
solamente sucedió la condena paradójica al recuerdo por haber buscado el
olvido.
Porque verán cuando lo cuento treinta y dos años más tarde,
que
habiendo estado pendiente de olvidarme,
nunca lo logré.
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